Dejar el local tal como lo encontramos, con sus imperfecciones e instalaciones a la vista, y cubriéndolo tan solo, con una delicada piel interior de cristal a modo de caja joya.

Ximena Pastor y Eric Ortuño, dos figuras relevantes de la alta pastelería, se ponen en contacto con nosotros con una idea clara; “buscamos un espacio rompedor, único y de vanguardia”. A partir de estas palabras clave debíamos transformar un local en bruto de 500 m2 en el Ensanche de Barcelona, en un nuevo espacio que se convirtiera en referencia del sector, siendo a la vez, escuela, obrador y pastelería.

Un atelier es un laboratorio donde experimentar con materias primas relacionadas con el arte. Estos espacios de trabajo son lugares que, normalmente, presentan una imagen desordenada, caótica y mágica.



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El nombre de L’atelier es una declaración de intenciones en sí. Eric y Ximena quieren enseñar al mundo su universo creativo, sin esconder nada. Entonces, ¿por qué no fusionar en un único espacio el caos del obrador con la perfección de la boutique pastelería?


Así hicimos. Para ello, propusimos una idea arriesgada pero cautivadora. Dejar el local tal como lo encontramos, con sus imperfecciones e instalaciones a la vista, y cubriéndolo tan solo, con una delicada piel interior de cristal a modo de caja joya. De este modo, dos mundos aparentemente contrarios quedan unidos en una doble piel arquitectónica; una piel existente, fabril y azarosa, y otra piel nueva, bella y delicada.







El mismo bloque de termo arcilla que forma los paramentos verticales, el forjado y columnas de hormigón visto, cableados, tuberías, bajantes, etc. quedan a la vista del cliente. No se esconden. Sin embargo, esta desnudez, algo hostil, se enfrentará a una envolvente interior pura y sofisticada. La construcción de una caja de vidrio transparente (joyero) separada 20 cm. de los paramentos del local, logrará convertir el pastel en una pequeña joya enmarcada en su vitrina.



EL MATERIAL. Al cliente le entusiasmó la idea y ahora nos quedaba estudiar la viabilidad de su construcción. Llevar a cabo una caja de vidrio, tanto en paredes como en suelo y techo era excesivamente complicado. Finalmente encontramos una solución viable. En vez de vidrio, utilizaríamos un panel machihembrado de policarbonato semi transparente de 33 cm. de ancho, fácil de manipular y trabajar. Lo usamos también para definir las divisiones de la escuela. El resultado una vez ejecutado, deja ver los paramentos originales del local de un modo velado o difuso.




EL COLOR. Si queríamos llevar a las últimas consecuencias el concepto de pastel joya, la selección del color era trascendental. Optamos por la gama de oros, eligiendo finalmente el color PANTONE 118, un ocre con tintes de oro que responde mejor a la sobriedad del estilo de Eric Ortuño. En un primer paso, todos los paramentos de la pastelería se pintaron en este color, y tras colocar la segunda piel interior de policarbonato, esta se empapó inmediatamente de dicho color, transportando el ocre-oro del fondo a todo el espacio.

Para la parte de la escuela, puesto que no se colocó la segunda piel de policarbonato, se optó por una solución más sencilla. Dejamos los paramentos verticales en gris y dejamos una franja en el techo pintada en ocre. No teníamos mucha altura en el local y debíamos ampliar la sensación espacial de alguna manera, así que cambiamos la típica escayola continua por una rejilla calada de metal. La bañamos del mismo color ocre, con la intención de que la escuela se contagiara del espíritu de la pastelería.
Para la pastelería, el reto fue difícil puesto que, al ser una caja completa de policarbonato, el mantenimiento y su acceso debían ser funcionales. No queríamos recurrir a la solución clásica de iluminación continua perimetral en el suelo, y finalmente, optamos por un damero de luces puntuales y equidistantes escondidas tras el panel transparente. Para tener acceso a ellas, tan solo debíamos dejar cortado el panel a la altura de la bombilla y tapar dicho corte con un disco accesible de metal bañado en oro. Un recurso técnico que nos ayudó a conseguir una estética aún más personal y diferente.
Por último, nos quedaba dar respuesta a las necesidades de venta. Para ello, propusimos un único mueble isla de seis metros de longitud. Su fuerza radica en que no tiene apoyos, resultando un potente voladizo que nace del pilar central existente, donde vitrinas, armarios y electrodomésticos quedan escondidos tras un acabado continuo de microcemento gris.
Para la zona de aseos de público se utilizó un acabado de gresite de Hisbalit en tonos dorados y ocres, elevando una zona aséptica, al mismo nivel de boutique joya.

El resultado final es un espacio sobrio, limpio y de extraordinaria potencia.


Como observadores, aunque nos encontremos dentro de una caja joya, siempre tendremos presente en nuestro inconsciente, a través de la visión de los paramentos en bruto del local, el origen de cualquier creación artística que se lleve a cabo en L’Atelier.






































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